25.9.08

Los orígenes oscuros de Rosh Hashaná Adolfo Roitman

En unos días más celebraremos una de las festividadeas centrales del calendario litúrgico judío: el Año Nuevo o Rosh Hashaná. Como en otros pueblos, el calendario hebreo marca con el comienzo del año la renovación de la vida. Luego de meses llenos de vicisitudes, triunfos y fracasos, se llega al final de un ciclo y se espera con renovada confianza y esperanza el inicio de otro nuevo.
En unos días más celebraremos una de las festividades centrales del calendario litúrgico judío: el Año Nuevo o Rosh Hashaná. Como en el caso de otros pueblos, también el calendario hebreo marca con el comienzo del año la renovación de la vida. Luego de meses llenos de vicisitudes, triunfos y fracasos, se llega al final de un ciclo y se espera con renovada confianza y esperanza el inicio de otro nuevo.
Esta experiencia del tiempo circular, no es particular de Israel. Según el renombrado historiador de las religiones M. Eliade (Rumania, 1907-1986), el hombre religioso de las culturas arcaicas concebía también el tiempo bajo la forma de un eterno retorno: ``El año era un círculo cerrado: tenía un comienzo y un final, pero tenía también la particularidad de que podía renacer bajo la forma de un Año Nuevo. Con cada Año Nuevo venía a la existencia un Tiempo nuevo, puro y santo porque no estaba desgastado aún'' (Lo sagrado y lo profano [Madrid: Ediciones Guadarrama, segunda edición, 1973] p. 69). Con el retorno al Tiempo original y mítico, la vida volvía a cargarse de energía revitalizadora. El renacer del Tiempo conllevaba el renacimiento del Mundo, regenerando la creación y reactualizando su potencia original.

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